Recolectoras de Lebu logran recuperar amenazados pajonales de nalcas mientras generan ingresos
Recolectoras y recolectores de nalca en Lebu. Foto: Nalqueros de Pehuén.

Recolectoras de Lebu logran recuperar amenazados pajonales de nalcas mientras generan ingresos

Por: María del Mar Parra | 21.12.2024
En Arauco, lucha por persistir una actividad enseñada de generación en generación: la recolección de nalcas para auto sustento. Recolectoras de Lebu trabajan por restaurar los pajonales de Nalca fragmentados por la actividad forestal, mientras generan ingresos para sus familias.

En la región del Biobío, el paisaje ha cambiado drásticamente en las últimas décadas, pasando de bosque nativo y pajonales de nalca a un territorio donde predominan las plantaciones forestales de pino y eucalipto. Esto no solo afectó a los ecosistemas nativos sino a las comunidades rurales que dependieron por generaciones de la biodiversidad local.

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Es el caso de las mujeres recolectoras de Nalca en Lebu, en la provincia de Araucao, que fueron aprendiendo el oficio de sus antecesores, pero que en 2015 formaron la agrupación “Nalqueros de Pehuén”.

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En la región son principalmente las mujeres las que se dedican a la recolección de nalcas, como se puede ver en la composición de Nalqueros de Pehuén, con 40 mujeres y 25 hombres. En grupo, negocian y protegen la actividad que les da sustento a sus familias, y que además se desarrolla en armonía con la naturaleza.

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Un estudio del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), devela cómo estas personas se están convirtiendo en guardianas del ecosistema, ya que no solo recolectan nalcas, sino que desarrollan prácticas ecológicas y políticas para que los pajonales de nalca se sostengan en el tiempo.

Forestales y nalcas

Los pajonales de nalca en Lebu donde trabajan los Nalqueros de Pehuén, son remanentes de bosque nativo que forman áreas pantanosas, ubicados al interior de predios forestales. La organización ha trabajado con empresas forestales como Arauco, que ayudan a visibilizar la labor de las recolectoras y recolectores, como parte de su trabajo de responsabilidad social.

Por ejemplo se han creado rutas turísticas para conocer los pajonales de nalca y el arte de la recolección de mano de las personas de la agrupación.

Las mujeres recolectoras, “a través de su organización, han logrado visibilizar su actividad y negociar con las empresas forestales, aunque estas negociaciones se dan en un marco de desigualdad estructural” se expresa desde el CR2.

Según el estudio, la globalización y el paradigma reciente de actividad forestal sustentable, acompañado de certificaciones internacionales, ha llamado a las empresas de distintas partes del mundo, incluyendo Chile, a reformular su relación con las poblaciones locales, como es el caso de la colaboración con recolectores de nalca.

Las investigadoras que lideraron el estudio alertan que estos nuevos relacionamientos comunitarios se hacen “sin transformar su concepción del uso extractivista de la naturaleza y el territorio”.

Recomiendan revisar las políticas de certificación forestal, que “si bien han avanzado en términos de sostenibilidad, no abordan adecuadamente las tensiones entre las compañías forestales y las comunidades locales”. Para ello llaman a los tomadores de decisiones a adoptar políticas más inclusivas que reconozcan los derechos y saberes de estas comunidades recolectoras y que promuevan un diálogo más equitativo con las empresas.

Nalcas y sus usos

La nalca ha sido recolectada ancestralmente y es utilizada en la medicina tradicional mapuche por sus propiedades para curar afecciones estomacales, del hígado, reducir la fiebre, tratar hemorragias o problemas del tracto respiratorio y del sistema urinario.

Además es una parte identitaria de la gastronomía del sur de Chile, donde se consumen los largos tallos de las hojas, que se asemejan a un apio.