Recabarren, 100 años después
Tu voz sopla por el centro y por el sur cantaba Víctor Jara a la memoria de Luis Emilio Recabarren, padre del movimiento obrero chileno ¿Qué diría esa voz un centenario después de su partida?
La situación de los trabajadores del país es compleja. Mientras la mitad de los trabajadores gana menos de $583.000 y cerca de un 72% gana menos de $700.000 líquidos, el 1% de la población concentra el 49,6% de la riqueza del país, prácticamente la mitad, según el informe World Inequality Report publicado el año 2022.
En 2021 Chile fue el país de América Latina que concentró el mayor nivel de patrimonio entre los ultrarricos en relación al tamaño de su economía.
Según Forbes, los chilenos más millonarios aumentaron su fortuna en un 73% durante la pandemia, alcanzando 40.300 millones de dólares, mientras que, de acuerdo al estudio ‘’Los verdaderos sueldos de Chile’’ de la Fundación SOL, en los últimos 5 años el poder adquisitivo promedio de los trabajadores aumentó solo en 15.000 pesos. Podríamos decir, citando a Luis Emilio, que “el salario que gana esta parte de la sociedad es tan pequeño que no alcanza a costear la conservación de sus fuerzas productivas”.
Ello, lejos de ser mera casualidad, es la realización del plan laboral de José Piñera, implementado durante la dictadura y mantenido hasta la fecha, según cual “la negociación colectiva en ningún caso ha de ser un mecanismo para redistribuir los ingresos o la riqueza del país’’.
En ese sentido, los datos de la Dirección del Trabajo muestran que la tasa de sindicalización cayó los últimos años de un 22,2% a un 19%. Peor aún, respecto a la tasa de cobertura de la negociación colectiva vinculada a los resultados de esta, si bien no existen datos claros en Chile, según el estudio de Duran (2024) la tasa de cobertura corregida llegó en 2022 apenas a un 7,2% con reajustes reales obtenidos inferiores al 1% de reajuste real.
Pero las trabajadoras y trabajadores chilenos no solo han perdido dinero, sino que también poder. Solo por dar algunos ejemplos, si se revisa el caso de la minería, donde se encuentran los sindicatos históricamente más poderosos del país y que han jugado un rol histórico central durante el gobierno de Salvador Allende, luego en la lucha contra la dictadura y en la recuperación de la democracia, se verá que los trabajadores contratistas han pasado a ser un 77% de la masa total de trabajadores mineros contra solo un 23% de trabajadores directamente contratados por los mandantes, según datos publicados en 2022.
Por otra parte, los trabajadores de la energía viven un proceso de transición energética con cierre de plantas y reemplazo tecnológico del cual no son parte, pese a que el concepto mismo de transición justa nació en el mundo de los propios sindicatos. Finalmente, por dar otro ejemplo, los funcionarios públicos a planta han pasado a ser casi apenas un 25% del total de trabajadores del Estado, según datos de DIPRES de 2023.
Todo ello ha implicado, sin duda, una pérdida de poder de sectores estratégicos y del movimiento de trabajadores en general. Las trabajadoras y trabajadores han perdido poder y con ello relevancia política. En los partidos que tradicionalmente fueron expresión del movimiento obrero, los dirigentes sindicales no tienen roles hegemónicos y, por el contrario, su presencia es limitada por no decir marginal en cuanto a su influencia en ellos.
Los trabajadores y trabajadoras de base, en general, se distancian de la política e inclusive la rechazan. Se cumple con ello, nuevamente, lo diseñado por Piñera en orden a que “el Plan Laboral (…) significó además despolitizar el movimiento sindical chileno en el más sano sentido de la palabra (…) una cosa son los asuntos gremiales y otras los asuntos políticos’’.
Esto es, digamos, la antítesis de la obra de Recabarren quien, en palabras de Pedro Gandulfo, ‘’representa para las organizaciones de trabajadores, el paso de las mutuales a las uniones de resistencia, y al partido político de la clase obrera’’.
Con la pérdida del poder económico y político ha devenido también la pérdida de la cultura obrera. Si entre la obra de Recabarren se cuenta la fundación de decenas de periódicos obreros, salvo honrosas excepciones, hoy los medios de comunicación de trabajadores son casi inexistentes. Lo mismo se puede decir con las editoriales, las imprentas, la literatura y el arte vinculado al mundo obrero.
Son tiempos complejos, pero cada cerrojo tiene su llave y cada tiempo tiene su afán. Si Recabarren logró en pleno tiempo de las matanzas obreras y de persecución a la organización sindical organizar de salitrera en salitrera un movimiento que determinó buena parte del devenir del siglo XX chileno, nada impide pensar que ello es posible en los tiempos de la inteligencia artificial, la robótica y la emergencia climática.
Y si los trabajadores hoy han sido abandonados a la suerte voraz del mercado, en ellos mismos reposa la posibilidad de pensar y construir algo distinto. Se trata, parafraseando un poema dedicado al centenario dirigente, de volver a organizar las soledades, porque aunque todo parezca hundirse en la tierra, la lucha permanece.